Una vergüenza que no debería pasar desapercibida
Por Pepe Levy – Audiodinámica | Radio El Pueblo
Quizás fue un error nuestro no habernos informado antes. Pero lo cierto es que la historia de la Escuela N.º 773 de Montecarlo es una de esas que te dejan con bronca y vergüenza ajena. Hace más de tres años que comenzó la construcción de su nuevo edificio y, como tantas otras obras públicas, quedó a medio hacer. Mientras tanto, docentes y alumnos tuvieron que arreglarse como pudieron.
Hoy están dando clases en un espacio cedido por la Iglesia Católica, un lugar que no está en condiciones para una escuela. Y para colmo, el Consejo General de Educación todavía no firmó el comodato necesario para hacerse cargo del costo de la energía eléctrica. ¿Resultado? Los padres y los maestros tienen que pagar la luz vendiendo empanadas, haciendo bonos contribución, buscando la manera de sostener algo que debería garantizar el Estado.
¿No les cae la cara de vergüenza a las autoridades? Hablan de “educación disruptiva”, de “misiones del futuro”, de “escuelas startup”… y en Montecarlo los chicos estudian en un rancho, en condiciones de hacinamiento, con docentes que además de enseñar tienen que contener psicológicamente a sus alumnos.
Mientras tanto, el ministro de Educación anda preocupado por los celulares en las aulas. Qué fácil mirar para otro lado. Qué fácil hablar de tecnología cuando en tu provincia hay escuelas que ni siquiera tienen aulas dignas ni corriente eléctrica asegurada.
Y que no me salgan con que “la culpa es de Milei”. Esta obra se frenó en 2022, cuando el caradura de Alberto Fernández era presidente. Hace rato que la desidia se naturalizó, que las promesas se repiten y que los funcionarios viven más pendientes del discurso que de la realidad.
Lo peor es que nadie advirtió nada. Ni desde el Consejo General de Educación, ni desde la administración municipal. Porque cuando haya que cortar la cinta, ahí sí van a venir todos: trajeados, sonrientes, listos para la foto. Pero a esos, cuando vengan a inaugurar, hay que pasarles la factura: la de los años de abandono, la de las empanadas y los bonos, la del esfuerzo de una comunidad entera que hizo lo que el Estado no hizo.
La provincia “startup” tiene una escuela que da clases en condiciones indignas. Y no es una excepción: es un síntoma.
Una muestra de lo lejos que están los discursos de la realidad.
Audiodinámica | Crítica Profesional
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