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Las miradas selectivas que siguen destruyendo la confianza

Las miradas selectivas que siguen destruyendo la confianza

Por Pepe Levy

Voy a decir algo que no tenía pensado traer al aire, porque normalmente trato temas locales o zonales, cosas que pasan acá, en nuestra región. Pero un oyente me escribió y me preguntó: “Pepe, ¿no vas a decir nada de lo que pasó en Chaco?”
Y la verdad… es imposible no decir nada.

Lo del sábado fue un hecho que impactó a todo el país: el juicio por jurado, doce personas del pueblo, que tuvieron que ponerse de acuerdo para condenar a una familia entera responsable de una atrocidad.
Pero más allá del juicio —que fue histórico— lo que a mí me estremeció fue la reacción de la gente. Colectiveros tocando bocina, vecinos saliendo a la calle, personas llorando, abrazándose. Un tipo joven, con su hija de la mano, gritando: “¡La mugre! ¡Sacamos la mugre!”
No era un dirigente. No era un militante.
Era un vecino aliviado.
Era un padre feliz porque, por una vez, la justicia funcionó.

Y entre toda esa emoción aparece el cararrota del exgobernador, ahora senador electo, diciendo por redes que celebra la condena. El mismo que, cuando pasó todo, dijo que el asesinato había sido “una operación de inteligencia”, “un muerto que le tiraron”, porque él —según él mismo— era presidenciable.
Una falta de respeto, una afrenta al sentido común y a la dignidad humana.

Pero lo que más me indigna no es solo esta impunidad obscena que siempre termina reciclando a los mismos vivos del poder. Lo que más me indigna son las miradas selectivas.
Los que se escandalizan por unas cosas y se hacen los distraídos con otras.

Porque cuando mataron a esa chica, cuando desapareció, cuando se supo de la manipulación, del terror psicológico, de las promesas de viviendas a cambio de servidumbre, de maltrato, de sometimiento… ¿dónde estaban?
¿Dónde estaban las organizaciones que dicen defender a las mujeres?
¿Dónde estaban los pañuelos, los discursos, las marchas?

Yo no vi a nadie.
Ni antes, ni después, ni el día del fallo.

Claro: es más fácil indignarse cuando el implicado es del color político que no nos gusta. Cuando es del “propio”, ahí aparece el silencio.
Ahí aparece la mirada selectiva.
Ahí aparece el doble estándar.

Y eso, créanme, destruye la credibilidad más que cualquier fallo judicial.
Porque ¿cómo confiamos en quienes solo levantan la voz cuando les conviene?

Después escuchamos los testimonios de la gente que trabajó para ellos:
—Gente que era manipulada con promesas de casas.
—Gente que recibía maltrato, castigos, amenazas.
—Un manejo económico de casi un millón de pesos por día.
—Una estructura que mezclaba militancia, sometimiento, miedo y plata.

Y uno escucha eso y se pregunta:
¿es política?
¿es mafia?
¿es un sistema de clientelismo que se nos volvió monstruoso?
¿O todo junto?

Mientras tanto, el exgobernador paseándose por el Senado, riéndose de todos nosotros, como si nada.

Y acá, en este país, lo seguimos aceptando.
Porque “es así”.
Porque “siempre fue así”.
Porque “qué le vas a hacer”.

Bueno, no. Basta.
Esto tiene que cambiar.

El jurado del sábado demostró que la gente quiere justicia.
Que la gente no es tonta.
Que la gente sabe cuándo algo es correcto y cuándo es una inmundicia.
Y que todavía hay esperanza, aunque a veces cueste creerlo.

Pero si queremos que las cosas cambien, todos tenemos que dejar de mirar solo lo que nos conviene.
Todos.
Y eso incluye a la política, a las organizaciones sociales, a los medios y también a nosotros como ciudadanos.

No se puede pedir justicia para algunas víctimas y silencio para otras.
No se puede gritar por unas causas y callar por otras.
No se puede llorar por unas madres y olvidar a otras porque no encajan en el relato.

Si de verdad queremos un país más justo, la vara tiene que ser la misma para todos.

Porque lo que pasó en Chaco no es solo un hecho policial.
Es un espejo.
Un espejo que muestra lo peor del poder, pero también lo mejor de la gente cuando decide no callarse más.

Y ese es el camino.
Aunque falte.
Aunque duela.
Aunque a muchos no les guste.

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Radio El Pueblo | 33 años comunicando

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Pepe Levy
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