La ley de lemas y la degradación política
Editorial de Pepe Levy | Audiodinámica
Cuando uno, dentro del ámbito de la Renovación, se atreve a tocar el tema de la Ley de Lemas, saltan todos. No es casualidad: es el negocio que sostiene al poder.
Misiones y Formosa son las únicas dos provincias donde esta ley todavía rige. Dos provincias muy parecidas en su forma de gobernar, con la diferencia de que, quizás, Formosa le saca unos cuerpos de ventaja en autoritarismo.
Pero la lógica es la misma: conservar el poder a cualquier costo.
Recuerdo otros tiempos, cuando el bipartidismo todavía tenía vigencia y se era cuidadoso a la hora de elegir candidatos. Se buscaba gente con trayectoria, con militancia, con idoneidad, con honestidad. Hoy, con la Ley de Lemas, cualquiera puede ser candidato. Cualquiera.
Y no porque haya democracia plena, sino porque el sistema se usa como una trampa para dividir votos y seguir atornillados a los cargos.
En cada elección vemos desfilar nombres de personas que no tienen la más pálida idea de lo que significa administrar la cosa pública. No saben qué es un presupuesto, qué es un decreto, ni cómo funciona una rendición de cuentas. Pero igual se presentan. ¿Por qué? Porque detrás hay fondos. Y los fondos, ya sabemos de dónde vienen.
Es un negocio. Un negocio que reparte dinero, puestos y prebendas. Algunos se postulan sabiendo que no van a ganar, pero igual aceptan “unos manguitos” para hacer campaña, imprimir folletos o llenar las redes de fotos. Aportan 100 o 150 votos, que al final van a parar al “lema madre”.
Así, la política se llena de impresentables, y los pocos que realmente tienen vocación de servicio quedan mezclados en la misma bolsa.
Y mientras tanto, las consecuencias están a la vista. Lo que está ocurriendo en San Ignacio es un ejemplo lamentable.
El intendente está involucrado en un escándalo que tiene de todo: amenazas de muerte a un policía que investigaba a su secretario, y sospechas de delitos graves que involucran incluso a menores.
Todo esto en una localidad que es símbolo del turismo misionero, conocida en el mundo por sus ruinas jesuíticas.
¿Y qué hacen los medios oficialistas? Silencio.
Ni una línea en la tapa de los principales diarios de la provincia, nada en los portales cercanos al poder.
Cuando la noticia incomoda, la tapan.
Y si la tapa, es porque ya lo están cubriendo.
Esto también es consecuencia de la Ley de Lemas.
Porque cuando cualquiera puede ser candidato, cuando el mérito no importa y el único requisito es tener la bendición del que reparte los fondos, terminamos con intendentes, concejales y funcionarios que creen que el municipio es su chacra.
Mientras tanto, los ciudadanos siguen pagando las consecuencias.
Y los que creemos en la democracia seguimos repitiendo lo mismo: esto no es democracia.
Si voto a Juan, mi voto no puede ir a parar a Pedro.
Pero en Misiones pasa. Y seguirá pasando, porque a la hora de levantar la mano para cambiar las reglas, la mayoría obedece.
La política provincial está en crisis moral.
Y si no se pone un freno, si no se depura este sistema tramposo, si no se exige idoneidad y honestidad a quienes gobiernan, los hechos como el de San Ignacio van a seguir repitiéndose.
Porque la Ley de Lemas no solo distorsiona la voluntad popular: también degrada la política y alimenta la impunidad.
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